Los premios PEN America implosionan en medio de la controversia por la guerra en Gaza

El mundo literario en Estados Unidos, habitualmente un paraíso para el discurso matizado y la expresión artística, está envuelto en una tormenta tumultuosa en la primavera de 2024, y en el centro de la controversia: PEN America. 

PEN America, un incondicional defensor de la libertad de expresión y las artes literarias, está lidiando con la consecuencias de su respuesta, o la falta de ella, a la guerra en curso en Gaza.

Lo que comenzó como murmullos de descontento entre los autores se convirtió en una rebelión en toda regla, que culminó con la cancelación sin precedentes de la prestigiosa ceremonia de los Premios Literarios PEN América y arrojó una sombra de incertidumbre sobre el renombrado Festival World Voices.

Las semillas de la discordia se sembraron en el terreno fértil de la supuesta inacción de PEN America ante la difícil situación de los escritores e intelectuales palestinos en medio de la escalada de violencia en Gaza. 

Autores y traductores, muchos de ellos nominados para los próximos premios, expresaron sus preocupaciones y cuestionaron el compromiso de la organización con sus valores fundamentales de defender la libre expresión y abogar por los derechos humanos.

Añadiendo más leña al fuego fue la decisión de PEN America de presentar en sus eventos a figuras controvertidas como la actriz Mayim Bialik, una abierta partidaria de Israel y opositora de un alto el fuego en Gaza. 

La destitución por la fuerza de la autora palestino-estadounidense Randa Jarrar, quien protestó en un evento patrocinado por PEN en el que participaba Bialik, provocó más indignación.

“Nos negamos a honrar la reputación de una organización que interfiere con una administración que ayuda e incita al genocidio con el dinero de nuestros impuestos”, declaró un grupo de nominados al premio en una mordaz carta abierta, cuyas palabras se hacían eco del sentimiento de muchos dentro de la comunidad literaria.

El descontento creció hasta convertirse en un éxodo masivo. Veintiocho de los 61 nominados a los premios de libros, incluidos nueve de diez finalistas del codiciado premio PEN/Jean Stein, retiraron sus nombres en señal de protesta. 

El patrimonio literario de Jean Stein, un firme defensor de los derechos de los palestinos, respondió destinando los 75.000 dólares del premio al Fondo de Ayuda a la Infancia Palestina, un gesto cargado de simbolismo.

El Festival World Voices, el evento emblemático de PEN America que celebra la literatura internacional, también enfrentó un destino similar. 

Gigantes literarios como Naomi Klein, Hisham Matar y Maaza Mengiste, entre otros, declinaron participar, citando la respuesta inadecuada de la organización al “genocidio que se desarrolla en Gaza”. 

Su carta abierta, una dura crítica del percibido silencio de PEN America, resonó en muchos dentro de la comunidad literaria, amplificando aún más los llamados a la rendición de cuentas.

PEN America, atrapado en el punto de mira de las críticas, inicialmente defendió su posición, enfatizando su compromiso con el diálogo abierto y la diversidad de puntos de vista. 

Sin embargo, la magnitud de la disensión obligó a la organización a enfrentar la tormenta que se avecinaba.

“Nuestra comunidad está muy dividida”, admitió Suzanne Nossel, directora ejecutiva de PEN America, reconociendo una situación sin precedentes. 

La organización anunció la cancelación de la entrega de premios, dejando en juego el destino del World Voices Festival.

La controversia provocó fuertes reacciones de figuras destacadas del mundo literario. Salman Rushdie, ex presidente de PEN America, se unió a otros ocho ex presidentes para instar a los autores a “mantener la fe en la comunidad que hemos construido juntos”. 

Sin embargo, su apelación fue recibida con escepticismo por muchos, que lo vieron como un intento sordo de pasar por alto las preocupaciones válidas planteadas por los autores disidentes.

Jennifer Finney Boylan, actual presidenta de PEN America, reconoció las deficiencias de la organización y anunció la formación de un grupo de trabajo para revisar sus acciones pasadas y trazar un camino a seguir. 

“Los autores estadounidenses exigen una segunda revisión de PEN America y del mundo en el que escribimos”, declaró, reconociendo la necesidad de introspección y cambio.

La controversia de PEN America sirve como un crudo recordatorio de la tensión inherente entre los ideales de la libre expresión y la responsabilidad de denunciar la injusticia. 

Subraya el poder de la acción colectiva dentro de la comunidad literaria y su potencial para responsabilizar a instituciones poderosas. 

Por ahora, el futuro de PEN America sigue siendo incierto, pero una cosa está clara: la organización ha sido cambiada irrevocablemente por la tormenta, obligada a enfrentar sus propias deficiencias y reevaluar su papel en un mundo que enfrenta complejos problemas de derechos humanos y justicia social.

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