La revolución del microARN: Ambros y Ruvkun reciben el Premio Nobel por el descubrimiento del microARN

El mundo de la ciencia estalló en festejos el lunes cuando la Asamblea Nobel en el Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, anunció a los ganadores del Premio Nobel de Fisiología o Medicina: Victor Ambros y Gary Ruvkun.  Su trabajo pionero, realizado hace décadas, finalmente obtuvo el pináculo del reconocimiento científico: el descubrimiento del microARN y su profundo papel en la regulación postranscripcional de los genes. 

Esta revelación, inicialmente recibida con un silencio casi ensordecedor, ha revolucionado desde entonces nuestra comprensión de cómo los genes orquestan la intrincada sinfonía de la vida dentro de los organismos multicelulares.

El viaje comenzó a fines de la década de 1980, una época en la que las complejidades de la regulación genética sólo se entendían parcialmente. 

Ambros y Ruvkun, entonces becarios postdoctorales en el laboratorio del premio Nobel Robert Horvitz (2002), centraron su atención en un organismo aparentemente modesto: el gusano redondo de un milímetro de longitud C. elegans. 

Esta criatura aparentemente simple, con su sorprendente variedad de células especializadas que reflejan las de los animales más grandes, resultó ser el modelo perfecto para estudiar el desarrollo y la maduración de los tejidos. 

Su investigación se centró en los genes lin-4 y lin-14, cepas mutadas de gusanos que presentan defectos en la sincronización de los programas de desarrollo.

El momento decisivo llegó en 1993. Ambros, trabajando en su laboratorio recién establecido en la Universidad de Harvard, trazó minuciosamente el mapa del gen lin-4 y descubrió una sorpresa inesperada: producía una molécula de ARN notablemente corta que carecía del código para la producción de proteínas. 

Este ARN diminuto, ahora reconocido como microARN, parecía ser responsable de inhibir el gen lin-14. 

Mientras tanto, Ruvkun, en su propio laboratorio del Hospital General de Massachusetts y la Facultad de Medicina de Harvard, demostró de forma independiente que la regulación de la lin-14 por parte de lin-4 no implicaba la producción de ARNm, sino que se producía en una etapa posterior, deteniendo la producción de proteínas. 

Fundamentalmente, ambos descubrieron que la secuencia corta de lin-4 coincidía con secuencias complementarias dentro del ARNm de lin-14, bloqueando eficazmente la síntesis de proteínas. 

Sus hallazgos, publicados en la revista Cell, revelaron un principio completamente nuevo de regulación genética, mediado por moléculas de ARN previamente desconocidas: los microARN.

Inicialmente, su descubrimiento fue recibido con un silencio rotundo. 

La comunidad científica, acostumbrada a los mecanismos establecidos de regulación genética que implican factores de transcripción, tuvo dificultades para comprender las implicaciones de este nuevo proceso mediado por ARN. 

La percepción de que se trataba de una peculiaridad de C. elegans, irrelevante para animales más complejos como los humanos, persistió durante varios años.

Sin embargo, esta percepción cambió drásticamente en 2000 con la publicación del equipo de Ruvkun sobre let-7, otro microARN altamente conservado en todo el reino animal. 

Este hallazgo desató una tormenta de investigación, que condujo a la identificación de cientos, y luego miles, de microARN diferentes. 

Hoy, sabemos que el genoma humano codifica más de mil microARN, cada uno de los cuales desempeña un papel crucial en la coordinación y el ajuste de las redes genéticas. 

El profesor Olle Kämpe, miembro del comité Nobel, describió acertadamente el cambio: “El primer microARN se descubrió en 1993, pero se pensó que era una rareza… durante más de siete años. Luego, el campo explotó”.

David Pendlebury, jefe de análisis de investigación en el Instituto de Información Científica de Clarivate, se hizo eco del esperado reconocimiento del trabajo de Ambros y Ruvkun, destacando el potencial terapéutico de los microARN en el tratamiento de enfermedades como el cáncer. 

Actualmente se están realizando ensayos clínicos para utilizar el perfil de microARN para el pronóstico del paciente y la respuesta clínica.

El comunicado del comité Nobel destacó las profundas implicaciones de este descubrimiento. La información almacenada en nuestros cromosomas actúa como un manual de instrucciones para todas las células, pero los diferentes tipos de células exhiben características únicas debido a una regulación genética precisa. 

Los microARN, explicaron, son actores esenciales en este proceso, asegurando que solo los genes relevantes estén activos en cada tipo de célula. 

La desregulación de los microARN puede contribuir a enfermedades graves, como el cáncer, la diabetes y la autoinmunidad, lo que destaca su papel fundamental en la salud y la enfermedad.

La noticia fue recibida con gran júbilo. Thomas Perlmann, secretario del comité Nobel de fisiología, describió cómo se puso en contacto con Gary Ruvkun a primera hora de la mañana en Estados Unidos. 

Aunque inicialmente se despertó sobresaltado, Ruvkun finalmente se mostró “muy entusiasmado”. 

Los esfuerzos del comité para comunicarse con Victor Ambros todavía estaban en marcha en el momento del anuncio.

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2024 es un testimonio del poder transformador de la investigación básica y la persistencia de los científicos que se atrevieron a desafiar los paradigmas establecidos. 

Las diminutas moléculas de ARN, una vez pasadas por alto, ahora son la clave para comprender los procesos biológicos fundamentales y representan una enorme promesa para futuras intervenciones terapéuticas.

El legado de Ambros y Ruvkun va mucho más allá del reconocimiento de un prestigioso premio; es un legado que ha transformado nuestra comprensión de la vida misma. 

El premio en sí, una suma de 11 millones de coronas suecas (aproximadamente un millón de dólares), es secundario ante el profundo impacto que su descubrimiento ha tenido, y seguirá teniendo, en el progreso científico. 

Los próximos anuncios de los Premios Nobel de Física, Química, Literatura, Paz y Ciencias Económicas prometen continuar la emocionante racha de logros innovadores de este año.

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