En enero de 2025, el presidente electo Donald Trump reavivó su interés en que Estados Unidos adquiera Groenlandia, un gran territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca.
Este renovado impulso se hizo eco de sus intentos anteriores en 2019.
Trump declaró públicamente que la propiedad y el control de Groenlandia por parte de Estados Unidos es una “necesidad absoluta” para la seguridad nacional y la libertad global.
Sus comentarios se hicieron en su plataforma de redes sociales, Truth Social.
Poco después de las declaraciones de Trump, su hijo, Donald Trump Jr., y varios representantes hicieron un viaje “privado” a Groenlandia alrededor del 7 de enero de 2025.
Esta visita desató la controversia cuando los medios daneses informaron que las fotos en las que aparecía la delegación de Trump con residentes groenlandeses con gorras “MAGA” fueron escenificadas.
Supuestamente, a las personas sin hogar y socialmente desfavorecidas de Nuuk, la capital de Groenlandia, se les ofreció una comida en el Hotel Hans Egede a cambio de su participación en estas oportunidades de fotos a favor de Trump.
Algunos lugareños describieron los esfuerzos para lograr que usen las gorras “MAGA” como “muy agresivos”, y uno sugirió que los enviados de Trump eligieron selectivamente a personas que podrían decir que Groenlandia debería ser comprada.
Los videos que circulan en X describen a los participantes como la “comunidad local en Nuuk”, lo que fue cuestionado por fuentes locales.
La idea de que Estados Unidos compre Groenlandia no es nueva.
En 1867, el entonces Secretario de Estado William H. Seward consideró la anexión de Groenlandia e Islandia. Incluso encargó un informe que describiera positivamente los recursos de Groenlandia para alentar el apoyo a una posible compra.
Se hicieron más propuestas en 1910 y 1946. Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, la importancia estratégica de Groenlandia para los EE. UU. fue significativa.
En 1946, Estados Unidos ofreció a Dinamarca 100 millones de dólares por Groenlandia, pero esta oferta fue rechazada.
El estatus político de Groenlandia es complejo. Si bien tiene un alto grado de autonomía interna, Dinamarca aún controla sus políticas exteriores y de defensa.
La Ley de 2009 sobre el autogobierno de Groenlandia estipula que el futuro de Groenlandia depende de su pueblo.
Las reacciones al renovado interés de Trump fueron rápidas y en gran medida negativas por parte de Groenlandia y Dinamarca.
El primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, afirmó firmemente que “Groenlandia es nuestra. No estamos a la venta y nunca lo estaremos”.
Enfatizó el deseo del pueblo groenlandés de ser “dueño de [su] propia casa”. Egede expresó su disposición a hablar con Trump, pero subrayó la postura de Groenlandia en contra de ser estadounidense o danesa.
La primera ministra danesa Mette Frederiksen se hizo eco de este sentimiento, reiterando su declaración de 2019 de que Groenlandia no está a la venta.
Enfatizó la necesidad de unidad para abordar las presiones en el Ártico de parte de Estados Unidos, China y Rusia.
Tras los comentarios de Trump, Dinamarca anunció un aumento del gasto de defensa para Groenlandia.
El rey de Dinamarca también cambió sutilmente el escudo de armas real para que el segmento que representa a Groenlandia fuera más prominente, lo que algunos consideraron un reproche a la postura de Trump.
Las reacciones internacionales también expresaron preocupación. Los líderes europeos expresaron su inquietud ante las declaraciones de Trump.
El canciller alemán Olaf Scholz afirmó que “las fronteras no deben ser modificadas por la fuerza”.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, advirtió a Trump contra las amenazas a las fronteras de la Unión Europea.
Rusia también indicó su oposición a cualquier cambio en el status quo del Ártico, considerándolo una zona de sus intereses nacionales.
A pesar de la fuerte oposición, la administración de Trump parecía decidida. Trump se negó a descartar el uso de “coerción militar o económica” para obtener Groenlandia.
Cuando se le preguntó sobre los planes para tomar Groenlandia por la fuerza, el Pentágono se remitió a la administración entrante.
Los analistas sugirieron que Trump podría estar usando esta postura agresiva como una táctica de negociación, con la esperanza de obtener otras concesiones incluso si la adquisición directa es imposible.
Varias razones estratégicas y económicas subyacen al interés de Estados Unidos en Groenlandia. Entre ellas, su ubicación estratégica en el Ártico, importante para los sistemas de alerta temprana y el poder aéreo.
La Base Espacial Pituffik (antes Base Aérea Thule) se considera un sitio militar esencial para Estados Unidos.
Además, Groenlandia posee vastos recursos naturales, incluidos litio, platino, grafito, minerales de tierras raras y potencialmente miles de millones de barriles de petróleo sin explotar.
Estos recursos son fundamentales para la transición energética, el desarrollo tecnológico y las aplicaciones militares. El retroceso de la capa de hielo debido al cambio climático está haciendo que estos recursos minerales sean más accesibles.
La adquisición de Groenlandia también podría verse como una forma de que Estados Unidos contrarreste la creciente influencia china y rusa en el Ártico.
China tiene su iniciativa de la “Ruta de la Seda Polar”, y Rusia considera el Ártico un área clave de sus intereses nacionales.
Los expertos señalaron los importantes obstáculos que existen para que Estados Unidos adquiera Groenlandia.
Desde el punto de vista legal, tanto Dinamarca como el gobierno de Groenlandia tendrían que estar de acuerdo en cualquier transacción de este tipo, y los groenlandeses tienen derecho a la autodeterminación.
Históricamente, Estados Unidos renunció a cualquier reclamación territorial en Groenlandia cuando compró las Indias Occidentales danesas en 1917.
Las posibles consecuencias diplomáticas, especialmente con aliados de la OTAN como Dinamarca y otras naciones con intereses en el Ártico, serían significativas si Estados Unidos buscara adquisiciones agresivamente.
El episodio también puso de relieve la compleja relación entre Groenlandia y Dinamarca, y algunos críticos sugirieron que la transición de Groenlandia a una parte integral de Dinamarca en 1953 careció del consentimiento adecuado.
Las propuestas de Trump parecieron energizar el movimiento independentista en Groenlandia, y algunos lo vieron como una vía potencial hacia una mayor autonomía, aunque no fuera a través de la adquisición estadounidense.
Las estimaciones del precio de compra de Groenlandia variaron ampliamente, desde cientos de miles de millones hasta más de un billón de dólares estadounidenses, dependiendo de factores como el valor estratégico, los recursos minerales y el potencial desarrollo futuro.
En definitiva, a pesar de los nuevos pronunciamientos de Trump y de la visita de su hijo, los dirigentes de Groenlandia se mantuvieron firmes en su postura contraria a la venta o la adquisición forzosa, haciendo hincapié en su derecho a la libre determinación y en su deseo de mantener su relación actual con Dinamarca, al tiempo que buscan una mayor autonomía.
La comunidad internacional apoyó en gran medida la soberanía de Groenlandia y los principios del derecho internacional en materia de integridad territorial.