Un miércoles por la tarde, una ola de conmoción e incredulidad recorrió Eslovaquia. El primer ministro Robert Fico, una figura polarizadora conocida por sus posturas anti occidentales y sus inclinaciones prorrusas, fue baleado y gravemente herido durante una reunión pública en la pequeña ciudad de Handlova.
El ataque, descrito por los funcionarios como un intento de asesinato por motivos políticos, dejó a la nación tambaleante y sus repercusiones se sintieron mucho más allá de sus fronteras.
La escalofriante escena se desarrolló cuando Fico, de 59 años, saludaba a sus seguidores afuera de un centro cultural después de una reunión del gobierno.
Un hombre, identificado más tarde como un escritor y activista político de 71 años con un historial de sentimientos antigubernamentales, se adelantó entre la multitud y disparó cinco tiros a quemarropa.
Dos balas alcanzaron a Fico en el estómago y el brazo, dejándolo luchando por su vida.
“Este (intento) de asesinato tuvo una motivación política”, declaró el Ministro del Interior, Matus Sutaj Estok, planteando preocupaciones sobre la creciente polarización dentro de la sociedad eslovaca.
Las políticas recientes de Fico, incluida su decisión de poner fin a la ayuda militar a Ucrania y su presión para abolir la emisora pública RTVS, habían provocado una tormenta de críticas, creando un clima político tenso.
El ataque provocó la condena internacional y los líderes mundiales expresaron conmoción y preocupación.
El presidente estadounidense, Joe Biden, condenó el “horrible acto de violencia” y ofreció asistencia estadounidense, mientras que el presidente ruso, Vladimir Putin, calificó el tiroteo como un “crimen monstruoso” y expresó esperanza en la recuperación de Fico.
La respuesta inmediata en Eslovaquia fue de incredulidad y miedo.
La presidenta Zuzana Caputova, conocida por su postura moderada, condenó el ataque como un “ataque a la democracia”, e instó a los ciudadanos a “detener la retórica de odio”.
También expresó preocupación por las crecientes tensiones y sus posibles consecuencias.
Los líderes de la oposición, que habían criticado abiertamente las políticas de Fico, se apresuraron a pedir calma y moderación, instando a la unidad frente a la tragedia.
La protesta de la oposición prevista contra las reformas propuestas por RTVS fue inmediatamente cancelada, con llamados a una pausa en la campaña política antes de las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
Sin embargo, los aliados de Fico, incluido el presidente electo Peter Pellegrini, ex primer ministro y aliado político cercano, culparon del ataque a las “narrativas falsas” y la retórica incendiaria de la oposición, sugiriendo que habían contribuido indirectamente a la violencia.
Esta acusación exacerbó aún más el ya fracturado panorama político, poniendo de relieve las profundas divisiones dentro de la sociedad eslovaca.
Fico, un político experimentado con una historia larga y controvertida, había sido una figura dominante en la política eslovaca durante décadas.
Su retórica populista y nacionalista, unida a su disposición a cambiar de postura basándose en la opinión pública, lo habían hecho popular y divisivo.
Anteriormente se había visto obligado a dimitir en 2018 tras una ola de protestas provocadas por el asesinato del periodista de investigación Jan Kuciak, un caso que había expuesto la corrupción dentro del gobierno.
Si bien el tiroteo conmocionó a Eslovaquia y a la comunidad internacional, la supervivencia de Fico se convirtió en un asunto de preocupación nacional.
Luego de horas de cirugía, los médicos informaron que su estado, aunque grave, era estable. Esta noticia provocó una oleada de alivio, pero también planteó interrogantes sobre el futuro de Eslovaquia y su tenso panorama político.
El ataque a Fico muestra la fragilidad de la democracia y los peligros de una polarización política desenfrenada.
El atentado expuso las profundas divisiones dentro de la sociedad eslovaca y planteó preguntas urgentes sobre el papel de la retórica política y sus posibles consecuencias.
Mientras Eslovaquia lidia con las consecuencias de este evento traumático, enfrenta una coyuntura crítica, obligada a enfrentar los desafíos de sanar una sociedad fracturada y garantizar que la violencia nunca más se convierta en una herramienta del discurso político.