Una lucha de poder en Sudán entre el ejército y los paramilitares estalló en enfrentamientos el sábado, matando al menos a 56 civiles y docenas de combatientes, según un grupo de médicos y testigos.
La lucha estalló en la capital, Jartum, y la ciudad de Omdurman, al otro lado del río Nilo, después de que el ejército se movió para desarmar las Rápidas Fuerzas de Apoyo, un poderoso grupo paramilitar que ayudó a derrocar el gobernante de mucho tiempo Omar al-Bashir en 2019.
Las Rápidas Fuerzas de Apoyo han sido acusadas de abusos de los derechos humanos, incluido el asesinato de manifestantes durante el levantamiento de 2019.
El ejército ha dicho que está tratando de llevar el grupo bajo control civil, pero el grupo se ha resistido.
Los enfrentamientos han aumentado el temor de un regreso a la guerra civil en Sudán, que ha estado plagado de conflictos durante décadas.
El país también enfrenta una severa crisis económica, con alta inflación y escasez de alimentos.
Las Naciones Unidas y la Unión Africana han pedido el fin de la violencia y que las dos partes reanuden el diálogo. Sin embargo, no está claro si las dos partes podrán alcanzar un compromiso.
Los enfrentamientos son un gran revés para la frágil transición de Sudán a la democracia.
El país ha sido gobernado por un consejo militar desde que Bashir fue expulsado, y ha habido retrasos repetidos en la transición al gobierno civil.
La violencia también es un golpe para la comunidad internacional, que ha estado tratando de apoyar la transición de Sudán.
Estados Unidos y otros países occidentales han impuesto sanciones a Sudán en un esfuerzo por presionar a los militares para entregar el poder a los civiles.
La situación en Sudán es profundamente preocupante. El país está en una encrucijada, y el resultado de la crisis actual es incierto. Es importante que todas las partes muestren restricciones y trabajen hacia una resolución pacífica.