El huracán Milton tocó tierra cerca de Siesta Key, Florida, como una tormenta de categoría 3, trayendo consigo un cóctel devastador de viento, lluvia y tornados la noche del miércoles.
La tormenta, que se había intensificado rápidamente de tormenta tropical a categoría 5 unos días antes (una velocidad que el Centro Nacional de Huracanes describió como la tercera más rápida jamás registrada en el Atlántico), se debilitó a categoría 1 a medida que atravesaba el estado, pero no antes de dejar un rastro de destrucción.
St. Petersburg experimentó un diluvio récord, con 16 pulgadas de lluvia, un evento de lluvia que ocurre una vez cada 1000 años.
Para agravar aún más la catástrofe, los tornados arrasaron las comunidades, lo que provocó cuatro muertes confirmadas sólo en el condado de St. Lucie, donde las casas, en particular las casas móviles en las comunidades de personas mayores, fueron diezmadas.
Más de tres millones de floridanos sufrieron cortes de electricidad y los servicios de emergencia se suspendieron temporalmente en las zonas más afectadas, como Tampa, donde se declaró una emergencia por inundaciones repentinas.
El impacto de la tormenta se extendió más allá de Florida, con marejadas ciclónicas que amenazaron las costas atlánticas de Georgia y Carolina del Sur.
La isla de Sanibel sufrió inundaciones catastróficas y los socorristas informaron que el agua sobre las carreteras superó los tres pies.
La gran potencia de Milton, su rápida intensificación y la devastación generalizada posterior no fueron las únicas tormentas que se desató.
Junto con el huracán estalló una tormenta de desinformación, alimentada por la retórica política y las teorías de la conspiración.
El presidente Biden, en una serie de declaraciones públicas, criticó duramente la difusión de narrativas falsas en torno a la respuesta del gobierno federal al huracán Milton y al huracán Helene anterior.
Abordó directamente lo que consideró afirmaciones “estúpidas” de que el gobierno estaba controlando artificialmente el clima, y destacó a la representante Marjorie Taylor Greene por sus publicaciones en las redes sociales que sugerían precisamente eso.
La frustración de Biden era palpable, sus palabras estaban cargadas de una potente mezcla de ira y preocupación.
No se anduvo con rodeos, calificó las afirmaciones de “más que ridículas” y destacó su potencial para poner en peligro vidas al socavar la confianza en los canales oficiales y crear confusión durante los esfuerzos de respuesta a la emergencia.
La Casa Blanca, reconociendo la gravedad de la situación, contrarrestó activamente la propagación de desinformación a través de múltiples canales, incluida una nueva página web de FEMA dedicada a desacreditar rumores falsos y una cuenta de Reddit de la Casa Blanca recién creada.
Los esfuerzos de la administración fueron repetidos por otros funcionarios; el representante Chuck Edwards, republicano de Carolina del Norte, lanzó una advertencia a sus electores sobre los peligros de la información poco confiable, lo que refleja una preocupación bipartidista sobre el impacto de la desinformación en la ayuda en caso de desastre.
Incluso algunos legisladores republicanos refutaron directamente las afirmaciones de manipulación del clima, destacando claramente lo absurdo de la teoría.
Sin embargo, el choque político más significativo surgió de las acusaciones del presidente Biden contra el expresidente Trump.
Biden acusó directamente a Trump de liderar una “avalancha de mentiras” sobre la respuesta del gobierno federal al huracán Helene.
Señaló afirmaciones específicas desacreditadas propagadas por Trump y sus aliados, incluidas las afirmaciones de que los fondos de FEMA se estaban desviando para albergar a los migrantes, que no se estaban realizando rescates en helicóptero y que la ayuda máxima ofrecida a las víctimas era una miseria de 750 dólares.
Biden calificó estas afirmaciones de “antiamericanas”, destacando su potencial para disuadir a las personas de buscar ayuda.
Trump, a su vez, criticó repetidamente la respuesta de la administración Biden, afirmando que era “terrible, terrible”, e incluso sugiriendo que era peor que la respuesta al huracán Katrina. Estas afirmaciones se hicieron en mítines de campaña, enfatizando la naturaleza altamente politizada de la respuesta y la recuperación del desastre.
El contraste fue marcado: los llamados de Biden a la unidad y la confianza en la información oficial frente a los repetidos ataques de Trump a la competencia de la administración.
La vicepresidenta Kamala Harris condenó además las acciones de Trump, calificándolas de “inconcebibles” y enfatizando la necesidad de dejar la política de lado durante una crisis nacional.
Este marcado contraste en el mensaje destacó las profundas divisiones políticas incluso en tiempos de emergencia nacional.
La comunidad científica también opinó sobre la rápida intensificación del huracán Milton.
Los expertos atribuyeron la velocidad sin precedentes a las aguas inusualmente cálidas del Golfo de México, vinculando directamente el evento con el cambio climático.
Jeff Masters, un meteorólogo de renombre, destacó el peligro inherente de las tormentas que se debilitan, señalando al huracán Katrina como una historia de advertencia, un huracán que antes era de categoría 5 que se debilitó pero causó daños catastróficos como categoría 3.
El consenso científico subraya la cruda realidad de los huracanes cada vez más poderosos y que se intensifican rápidamente como consecuencia del calentamiento global.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, frente a la doble crisis de un gran huracán y la inminente elección presidencial, se dirigió al estado, reconociendo las muertes esperadas e instando a quienes se encuentran en zonas de peligro a buscar refugio.
Destacó los desafíos de las evacuaciones masivas, con las carreteras operando al 150-175% de su capacidad, y advirtió sobre impactos significativos mucho más allá del ojo de la tormenta. La situación, admitió, era terrible.
La alcaldesa de Tampa, Jane Castor, también habló sobre los esfuerzos de preparación, reconociendo el desafío de limpiar los escombros del huracán Helene mientras se preparaba para Milton.
Las secuelas del huracán Milton revelaron un tapiz complejo tejido a partir de desastres naturales, maniobras políticas y una dura batalla contra la desinformación.
El costo humano fue trágico, el daño material inmenso y las implicaciones políticas profundas. El evento ha expuesto la creciente vulnerabilidad de las comunidades no solo a las fuerzas de la naturaleza sino también a la insidiosa amenaza de la desinformación que puede obstaculizar una respuesta y recuperación efectivas.
Es probable que el debate actual sobre el papel del gobierno, tanto en la respuesta a la crisis inmediata como en el abordaje de la amenaza a largo plazo del cambio climático, siga siendo un campo de batalla político central.