Dentro del encubrimiento de Epstein que fracturó el círculo íntimo de Trump

El escándalo de tráfico sexual de Jeffrey Epstein es una extensa saga de riqueza, poder y abuso que se extendió por décadas y continentes. 

En el centro se encontraba una sofisticada operación global orquestada por el financiero caído en desgracia, quien utilizó sus jets privados, su vasta fortuna y propiedades aisladas —la más notoria, una isla privada en las Islas Vírgenes de Estados Unidos— para captar, abusar y traficar sistemáticamente a menores de edad. 

La muerte de Epstein en 2019 en una celda de Manhattan, oficialmente declarada suicidio, no logró calmar la controversia. 

En cambio, centró la atención en su principal cómplice, Ghislaine Maxwell, quien fue arrestada y condenada, y desató una polémica política por los archivos del caso aún no publicados, particularmente durante el gobierno de su antiguo amigo, Donald Trump.

La mecánica de la operación de Epstein revela un escalofriante nivel de control. 

La entonces Fiscal General de las Islas Vírgenes, Denise George, describió para 60 Minutes cómo las víctimas eran trasladadas al territorio en un jet privado y luego en helicóptero o barco a su aislada isla, “Little Saint James”. 

Una vez allí, escapar era prácticamente imposible. 

Este aislamiento físico se vio reforzado por una cultura de silencio impuesta mediante intimidantes acuerdos de confidencialidad para todo el personal. Las primeras advertencias sobre esta actividad criminal fueron ignoradas durante años. 

La víctima, Maria Farmer, denunció a Epstein y Maxwell al FBI ya en 1996, pero su denuncia fue prácticamente sepultada, lo que permitió que los abusos continuaran durante más de dos décadas.

Existe un profundo escepticismo en torno a la versión oficial de la muerte de Epstein. 

Su propio abogado, David Shoen, declaró públicamente que cree que Epstein fue asesinado, citando la opinión del reconocido patólogo forense Dr. Michael Baden, quien halló lesiones incompatibles con un suicidio por ahorcamiento. 

El abogado añadió que el FBI nunca lo entrevistó sobre el estado mental de su cliente días antes de su muerte. 

Desde su celda, Ghislaine Maxwell también ha afirmado que Epstein fue asesinado, como parte de una audaz campaña para reescribir su propia historia. 

En una entrevista insólita para 60 Minutes Australia, se presentó como incomprendida y declaró que la infame fotografía de ella, el príncipe Andrés y la joven Virginia Giuffre era falsa.

El escándalo alcanzó un punto crítico político cuando la administración de Donald Trump se vio envuelta en una crisis por los “archivos Epstein”. 

Tras meses de generar expectación, la fiscal general Pam Bondi, quien había afirmado que la “lista de clientes” de Epstein estaba en su escritorio, no logró revelar ninguna sorpresa. 

En cambio, el Departamento de Justicia publicó un memorando que concluía que dicha lista no existía y reafirmaba que la muerte de Epstein fue un suicidio. 

Esto desencadenó una guerra civil dentro del movimiento MAGA (Hacer América Grande Nuevamente), que durante mucho tiempo había difundido teorías conspirativas sobre los archivos.

Las consecuencias llevaron a un enfrentamiento público entre Bondi y el subdirector del FBI, Dan Bongino, quien, según se informa, consideró renunciar por el asunto.

Las reacciones de figuras políticas pusieron de relieve la profunda hipocresía y el miedo que rodeaban el caso. 

El exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, comentó que Trump había “iniciado este fuego de Epstein” con retórica de campaña y ahora se daba cuenta de que no podía controlarlo. 

Mientras tanto, el congresista demócrata Jamie Raskin destacó la extraña alianza bipartidista de voces que exigen total transparencia. 

Críticos como The Lincoln Project argumentaron que el repentino cambio de postura de la base MAGA —de exigir justicia a aceptar el encubrimiento— se debía únicamente a proteger a Trump, quien fue fotografiado con Epstein más que cualquier otra figura pública.

En definitiva, la saga de Epstein es la historia de un profundo fracaso institucional y moral. Expuso cómo una inmensa riqueza puede utilizarse como arma para perpetrar crímenes atroces con impunidad y cómo las lealtades políticas pueden prevalecer sobre la búsqueda de justicia. 

Aunque Epstein está muerto y Maxwell encarcelada, la lucha por las víctimas está lejos de terminar. 

Su búsqueda de responsabilidades sigue enredada en una red de maniobras políticas, secretismo oficial y la persistente pregunta sin respuesta de quién más estuvo involucrado y por qué la verdad completa permanece enterrada.

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