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Aprueban ley de “agentes extranjeros” en Georgia: estallan protestas, la democracia pende de un hilo

Un terremoto político ha sacudido a la nación de Georgia, dejando a sus ciudadanos lidiando con una controvertida ley de “agentes extranjeros” y sus consecuencias potencialmente devastadoras. 

El martes, en medio de una escena de caos y feroces protestas, el partido gobernante Sueño Georgiano impulsó el proyecto de ley hasta su lectura final, obteniendo 84 votos contra unos escasos 30. 

El edificio del parlamento, asediado por un mar de disensión, resonó con los gritos de los manifestantes que se enfrentaron con la policía antidisturbios, y su furia fue un marcado contrapunto a la tensa sesión parlamentaria empañada por peleas entre legisladores. 

El mismo aire crepitaba de incertidumbre: una tensión palpable que se ha apoderado de la nación durante semanas.

En el centro de esta vorágine se encuentra un proyecto de ley titulado oficialmente “Sobre la transparencia de la influencia extranjera”, un caballo de Troya legislativo que ha encendido una tormenta de críticas tanto a nivel nacional como internacional. 

La ley, un espectro reanimado del año pasado cuando protestas masivas obligaron a su retirada, exige que las ONG y organizaciones de medios con financiación extranjera se registren como “organizaciones que persiguen los intereses de una potencia extranjera”. 

Esta frase aparentemente inocua enmascara una intención siniestra: amordazar las voces críticas, particularmente aquellas que se atreven a desafiar la autoridad del partido gobernante.

La vaguedad de las disposiciones del proyecto de ley y la amenaza de multas arbitrarias han alimentado el miedo y la indignación generalizados, estableciendo paralelismos con las leyes represivas utilizadas en Rusia para asfixiar a la sociedad civil. 

Este eco escalofriante de las tácticas al estilo del Kremlin ha provocado un escalofrío en muchos georgianos, que ven cómo se desvanece la soberanía de su nación, por la que tanto se ha luchado.

No se trata simplemente de una disputa interna. La comunidad internacional ha observado con creciente alarma cómo Georgia, un faro de esperanza para la democracia en una región turbulenta, se tambalea al borde de un abismo político. 

Altos funcionarios, políticos y diplomáticos de la Unión Europea han emitido severas advertencias, enfatizando que esta ley socava directamente las aspiraciones de Georgia de unirse a la Unión Europea. 

La UE, sin embargo, aún tiene que revelar las repercusiones específicas de esta transgresión legislativa.

La presidenta Salomé Zurabishvili, una acérrima opositora del proyecto de ley, ha prometido ejercer su poder de veto, ofreciendo un rayo de esperanza a los asediados manifestantes. 

Pero Georgian Dream, armado con una mayoría parlamentaria, puede fácilmente anular su veto, haciendo del acto del Presidente una táctica dilatoria en lugar de una victoria definitiva.

Esto plantea la pregunta: ¿por qué Georgian Dream está tan decidido en su búsqueda de esta ley, incluso a riesgo de condena internacional y malestar interno? 

Algunas teorías apuntan a un intento desesperado de silenciar la disidencia antes de las elecciones parlamentarias de octubre. 

Otros susurran sobre la presión ejercida por el Kremlin, una mano oscura que manipula el panorama político de Georgia. 

Una explicación más compleja tiene que ver con los problemas financieros de Bidzina Ivanishvili, el multimillonario fundador de Georgian Dream. 

Ivanishvili, que recientemente regresó al escenario político, ha lamentado públicamente su incapacidad para acceder a miles de millones de dólares en Credit Suisse, una situación que sus aliados atribuyen a las maquinaciones occidentales para arrastrar a Georgia al conflicto con Ucrania. 

Esta narrativa alimenta la teoría de la conspiración del “Partido de la Guerra Global”, que presenta a Occidente como una fuerza malévola que busca desestabilizar a Georgia.

Las líneas de batalla están trazadas. Por un lado, un gobierno aparentemente decidido a consolidar su poder, incluso a costa de los principios democráticos y las asociaciones internacionales. 

Por el otro, una nación con el corazón ardiendo de desafío, que lucha para proteger su soberanía y su sueño de integración europea. 

Las calles de Tiflis, inundadas del azul y amarillo de las banderas de la UE, resuenan con el himno “Oda a la Alegría”, un símbolo conmovedor de las aspiraciones que ahora están amenazadas. 

El resultado de esta lucha sigue siendo incierto, pero una cosa está clara: el alma de Georgia está en juego.

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