A principios de agosto de 2024, el Reino Unido se vio sacudido por una ola de disturbios violentos, desencadenada por una terrible tragedia y alimentada por la rápida difusión de información errónea en las redes sociales.
La chispa que encendió el polvorín fue el apuñalamiento fatal de tres niñas: Bebe King (6), Elsie Dot Stancombe (7) y Alice da Silva Aguiar (9), en una clase de baile en Southport el 29 de julio.
Aunque la policía detuvo rápidamente a un sospechoso de 17 años, Axel Rudakubana, y subrayó que el ataque no estaba relacionado con el terrorismo, casi de inmediato comenzaron a circular historias falsas en línea.
A las pocas horas del ataque, las redes sociales, en particular plataformas como X (antes Twitter), se inundaron de afirmaciones falsas de que el sospechoso era un solicitante de asilo musulmán que había llegado recientemente al Reino Unido en una pequeña embarcación.
Esta desinformación, a pesar de haber sido desmentida por las autoridades y medios de comunicación de renombre, fue promovida activamente por figuras prominentes de extrema derecha como Stephen Yaxley-Lennon (Tommy Robinson) y el influencer Andrew Tate, avivando aún más las llamas del sentimiento antiinmigrante y antimusulmán.
El primer brote de violencia se produjo en Southport la noche del 30 de julio.
Más de 200 personas, muchas de las cuales habían viajado desde otras partes del país, invadieron la ciudad, atacaron una mezquita local e hirieron a más de 50 agentes de policía. Esto marcó el comienzo de una semana de creciente malestar.
El 2 de agosto la violencia se extendió. Los disturbios se habían extendido a varios lugares de Inglaterra, incluidos Hartlepool, Londres y Manchester.
En Londres, los enfrentamientos con la policía fuera de Downing Street dieron como resultado más de 100 arrestos.
La Liga de Defensa Inglesa (EDL), un grupo de extrema derecha ahora extinto, estuvo implicada en el motín inicial de Southport, pero los expertos señalaron un panorama más fragmentado y descentralizado de actores de extrema derecha que aprovecharon las redes sociales para una movilización rápida.
El fin de semana del 4 de agosto se produjo una mayor escalada. En Sunderland, la policía se enfrentó a una “violencia grave” cuando los manifestantes de extrema derecha incendiaron y atacaron a los agentes.
Escenas similares se produjeron en ciudades como Hull, Leeds, Manchester y Nottingham, e incluso se extendieron a Belfast, Irlanda del Norte.
Liverpool fue testigo de saqueos y violencia generalizados, lo que llevó a la hospitalización de dos agentes de policía.
UN CÓCTEL TÓXICO DE DOLOR, PREJUICIO Y DESINFORMACIÓN
Los disturbios representaron una convergencia peligrosa de dolor crudo y rabia por la tragedia de Southport, prejuicios sociales preexistentes contra los inmigrantes y los musulmanes, y la potente fuerza de la desinformación en línea.
La rápida difusión de relatos falsos en plataformas como X y Telegram, amplificada por algoritmos diseñados para priorizar la participación, creó una realidad distorsionada que alimentó la violencia.
RESPUESTAS POLÍTICAS Y EL PAPEL DEL DISCURSO DOMINANTE
El primer ministro Keir Starmer condenó la violencia como “violencia de extrema derecha” y prometió una represión.
El gobierno celebró reuniones de emergencia de Cobra, desplegó miles de agentes de policía adicionales y prometió procesamientos rápidos.
Sin embargo, surgieron preguntas sobre el papel de la retórica política dominante en la configuración del clima que permitió que floreciera esa violencia.
Frases como “detener los barcos” y relatos sobre “invasiones” se habían vuelto cada vez más comunes en el discurso político, posiblemente legitimando las preocupaciones de los grupos de extrema derecha.
MÁS ALLÁ DE LAS REDES SOCIALES: EL CONTEXTO MÁS AMPLIO
Si bien las redes sociales sin duda desempeñaron un papel clave en los disturbios, los expertos advirtieron contra centrarse únicamente en las plataformas en línea.
La normalización de la retórica antiinmigrante y antimusulmana en los medios de comunicación y en la política, junto con auténticas ansiedades económicas y una sensación de división social, crearon un terreno fértil para que se arraigaran las narrativas extremistas.
LAS SECUELAS Y LA NECESIDAD DE SOLUCIONES A LARGO PLAZO
A medida que la violencia disminuía, el Reino Unido tuvo que hacer frente a las consecuencias. Más de 1.000 personas fueron detenidas y los tribunales comenzaron a dictar sentencias, algunas de hasta seis años de prisión.
El enfoque se desplazó no solo a abordar la violencia inmediata, sino también a abordar los problemas sociales subyacentes que contribuyeron a ella.
Los disturbios sirvieron como un duro recordatorio de los peligros de la desinformación sin control, la potente fuerza de la movilización en línea y la necesidad de un discurso político y mediático responsable.
Abordar los prejuicios y las ansiedades profundamente arraigados que alimentan el extremismo, junto con la promoción de narrativas más inclusivas y progresistas, será crucial para prevenir futuros brotes de violencia.
Los acontecimientos de agosto de 2024 dejaron una profunda cicatriz en el Reino Unido, subrayando la fragilidad de la cohesión social en un mundo cada vez más polarizado e interconectado digitalmente.