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Miles de personas sepultadas por un deslizamiento de tierra en Papúa Nueva Guinea

Se teme que miles de personas hayan quedado sepultadas tras un deslizamiento de tierra en Papúa Nueva Guinea

La tranquilidad de una remota aldea de Papúa Nueva Guinea se hizo añicos en las primeras horas del viernes, cuando un catastrófico deslizamiento de tierra arrasó el corazón de la comunidad. 

La aldea de Yambali, situada en la provincia montañosa de Enga, se convirtió en el epicentro de una tragedia que ha dejado a la nación tambaleante, con estimaciones iniciales de que el número de muertos alcanza la asombrosa cifra de 2.000 personas.

El desastre se produjo con una rapidez aterradora. Alrededor de las 3:00 am, mientras los aldeanos dormían, una gran sección del monte Mungalo cedió. 

Rocas del tamaño de contenedores de transporte, impulsadas por toneladas de tierra y barro, se estrellaron contra las casas con la fuerza de “una bomba que explota”, como lo describió un superviviente. 

Más de 150 casas, algunas de las cuales albergaban a varias familias, desaparecieron bajo un campo de escombros que abarcaba un área del tamaño de tres o cuatro campos de fútbol.

La magnitud del desastre es difícil de comprender, incluso con imágenes de satélite que muestran un paisaje brutalmente marcado, una herida abierta donde alguna vez estuvo la ladera de una montaña. 

A la angustia se suma la angustiosa incertidumbre que rodea al verdadero número de víctimas. La lejanía de la región, junto con el último censo realizado en 2000, hace que las estimaciones precisas de la población sean casi imposibles.

A la complejidad de la situación se suma la presencia de conflictos tribales en curso en la región. 

Estas tensiones, alimentadas por la competencia por recursos escasos, han obligado a algunos residentes a huir de sus hogares, lo que hace aún más difícil determinar quiénes podrían haber quedado atrapados en el camino del deslizamiento de tierra. 

Trágicamente, la violencia estalló incluso cuando los rescatistas corrían contra el tiempo, y un enfrentamiento el sábado dejó ocho muertos y 30 casas quemadas. 

Este malestar subraya aún más los desafíos que enfrentan los trabajadores humanitarios, que requieren escoltas militares para navegar por el terreno volátil.

La respuesta al desastre ha sido recibida con una mezcla de esperanza y frustración. 

Los residentes, desesperados por encontrar a sus seres queridos, comenzaron a cavar entre los escombros con sus propias manos y con todas las herramientas que pudieron encontrar. Sus esfuerzos, aunque valientes, se ven obstaculizados por el gran volumen de escombros, algunos apilados hasta 26 pies de altura.

“Han pasado casi tres o cuatro días, pero muchos cadáveres aún no han sido localizados”, lamentó Ignas Nembo, un líder comunitario, en una entrevista con la BBC. “Aún está cubierto por el deslizamiento de tierra y a la gente le resulta muy difícil desenterrarlo; piden apoyo y ayuda al gobierno”.

El gobierno, encabezado por el primer ministro James Marape, ha prometido su pleno apoyo, movilizando las fuerzas de defensa y las agencias de emergencia. 

Sin embargo, los obstáculos logísticos son inmensos. La única carretera que conduce al pueblo ha quedado diezmada, con un tramo de 200 metros enterrado bajo los escombros. 

Esto ha obligado a las autoridades a depender de helicópteros, limitando la cantidad de equipo pesado y personal que puede llegar al lugar.

La ayuda internacional ahora está llegando a raudales. Australia, un aliado cercano de Papua Nueva Guinea, ha comprometido 2,5 millones de dólares australianos en ayuda y ha prometido aviones y expertos técnicos. China también ha ofrecido ayuda.

A medida que pasan los días, la esperanza de encontrar supervivientes disminuye. 

La atención se centra en la sombría tarea de recuperar cadáveres y brindar apoyo a los desplazados por el desastre. 

El costo emocional para la comunidad es inconmensurable, y muchas familias se preguntan sobre el destino de sus seres queridos.

Evit Kambu, de pie en medio de los escombros, captó el dolor colectivo: “Tengo a 18 miembros de mi familia enterrados bajo los escombros y el suelo sobre el que estoy, y hay muchos más familiares en la aldea que no puedo contar… Pero “No puedo recuperar los cuerpos, así que estoy aquí, impotente”.

La tragedia en Papúa Nueva Guinea nos recuerda el poder devastador de la naturaleza y la vulnerabilidad de las comunidades que enfrentan tales eventos. 

También destaca la necesidad crucial de sistemas eficaces de preparación y respuesta ante desastres, particularmente en regiones propensas a desastres naturales.

En medio de una pérdida inimaginable, las historias de supervivencia ofrecen un rayo de esperanza. Una pareja, Johnson y Jacklyn Yandam, fueron rescatados de los escombros después de ocho horas agonizantes y los rescatistas escucharon sus gritos de ayuda.

“Damos gracias a Dios por salvarnos la vida en ese momento”, dijo Jacklyn, con la voz llena de gratitud. “Estábamos seguros de que íbamos a morir, pero las grandes rocas no nos aplastaron… Es realmente difícil de explicar, ya que quedamos atrapados durante casi ocho horas y luego fuimos rescatados. Creemos que fuimos salvados con un propósito”.

Mientras la nación llora y comienza el largo proceso de reconstrucción, el mundo observa y ofrece apoyo y solidaridad al pueblo de Papúa Nueva Guinea.

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