Estados Unidos reportó más de 195,000 casos de COVID-19 el viernes, un nuevo máximo diario y la novena vez este mes que se ha establecido un récord para nuevas infecciones confirmadas, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins.
En todo el país, cada vez más ciudades, condados y estados están tomando medidas drásticas, imponiendo restricciones a restaurantes y gimnasios e implementando toques de queda en un esfuerzo desesperado por frenar el aumento de los casos.
Para los aproximadamente 50 millones de viajeros de Acción de Gracias que lo hacen en contra de las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, puede también puede significar correr grandes riesgos.
Más de 1 millón de personas volaron a través de los aeropuertos de EE. UU. el viernes, según datos de la Administración de Seguridad del Transporte, lo que avivó los temores de una propagación aún mayor del virus.
Las hospitalizaciones superaron las 82.000 el viernes y ha habido 1.300 muertes diarias desde el domingo.
En Oregon, el número diario de casos, hospitalizaciones y muertes estableció récords.
En Dakota del Norte, un estado con uno de los índices de muertes diarias por persona más afectados del mundo, se han enviado 60 enfermeras de la Fuerza Aérea para ayudar a aliviar a los agotados trabajadores de la salud.
En todas partes, los combatientes de primera línea que trabajan con pacientes de COVID-19 están testificando sobre su propio trauma.
En Filadelfia, los restaurantes están restringidos nuevamente, esta vez a cenas al aire libre, no más de cuatro por mesa. Los museos, bibliotecas y gimnasios también están cerrados y los deportes juveniles y comunitarios están prohibidos.
Y California ha impuesto una orden para quedarse en casa desde las 10 p.m. hasta las 5 a. m.. La promesa de una vacuna se acercó más a la realidad esta semana. Pfizer solicitó la aprobación de una vacuna de emergencia que podría significar que los profesionales de la salud pueden comenzar a vacunarse en diciembre.
La epidemia de COVID-19 ha cobrado más de 255.000 vidas en los Estados Unidos, más que en cualquier otro país.
