El Premio Nobel de la Paz dio un giro profundamente conmovedor el viernes al reconocer los esfuerzos inquebrantables de Nihon Hidankyo, una organización japonesa compuesta por sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Las bombas, lanzadas por los Estados Unidos, devastaron estas ciudades, marcando un punto de inflexión horrible en la historia de la humanidad y dejando un legado de sufrimiento que sigue resonando hoy.
El premio, entregado en el Instituto Nobel Noruego en Oslo, reconoce a los Hibakusha, los sobrevivientes, como figuras fundamentales en la lucha global contra las armas nucleares.
Este premio, en medio de un clima global marcado por tensiones geopolíticas crecientes y renovadas ansiedades nucleares, llega como un mensaje duro y poderoso.
El Comité Noruego del Nobel, en una declaración que se hizo eco de un malestar global prevaleciente, destacó la erosión alarmante del “tabú nuclear”, la norma internacional contra el uso de armas nucleares.
El presidente Jørgen Watne Frydnes lanzó una advertencia clara y urgente: “Las armas nucleares y la humanidad no pueden coexistir”.
Sus palabras subrayan la profunda preocupación del comité por el clima internacional actual, en el que los países están modernizando y mejorando sus arsenales nucleares y donde las amenazas del uso de armas nucleares son cada vez más frecuentes, en particular en el contexto de la guerra en curso en Ucrania.
La crítica implícita del comité a la retórica en torno a las armas nucleares pinta un panorama de un mundo al borde del abismo.
La respuesta en Japón fue inmediata y emotiva. El primer ministro Shigeru Ishiba, hablando desde Laos, calificó el premio como “extremadamente significativo”, destacando los esfuerzos de larga data de Nihon Hidankyo en pos del desarme nuclear.
Toshiyuki Mimaki, copresidente de la organización y él mismo un sobreviviente, expresó su incredulidad y profunda emoción: “No puedo creer que sea real”, exclamó.
La reflexión profundamente personal de Mimaki sobre la importancia del premio subraya aún más el profundo impacto de los bombardeos atómicos en las personas y el compromiso duradero con la paz que ahora da forma a la organización.
La decisión del Comité Nobel también aborda la realidad de que los sobrevivientes de estos trágicos eventos mueren por cientos cada mes, lo que crea una profunda urgencia para garantizar que los mensajes de estos sobrevivientes sigan siendo escuchados.
El premio no solo provocó reacciones dentro de Japón. La comunidad internacional resonó con el profundo mensaje.
La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), ganadora anterior del Premio Nobel de la Paz, destacó la naturaleza “inspiradora” de los Hibakusha y su activismo incansable.
Un portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU se hizo eco de este sentimiento, reconociendo el trabajo a menudo no reconocido de las organizaciones de base frente al sufrimiento extremo, y el papel crucial que desempeñan estos sobrevivientes al recordar al mundo las horribles consecuencias de la guerra nuclear.
Incluso Shigeaki Mori, un sobreviviente de Hiroshima que fue abrazado por Barack Obama durante la visita del expresidente estadounidense en 2016, expresó su esperanza de apoyar el premio, destacando el potencial del mismo para aumentar la conciencia sobre la desnuclearización.
Este consenso en todo el mundo revela la preocupación generalizada en torno a la perspectiva de un conflicto nuclear y el imperativo de escuchar las voces de quienes han soportado el peso de su devastación.
Una sensación de perplejidad rodea la selección del Nihon Hidankyo, pero esta perplejidad se ve rápidamente eclipsada por la palpable sensación de urgencia.
El premio, frente a la escalada de tensiones globales y la retórica nuclear, sirve como una llamada de atención.
Las preocupaciones sobre las amenazas nucleares de Rusia, el arsenal en expansión de China, las posibles ambiciones nucleares de Irán y la inestabilidad en varias partes del mundo subrayan el creciente peligro de las armas nucleares.
El mensaje implícito, pero poderoso, del Comité Nobel a estos países es claro: estas armas nunca deben volver a usarse.
El reconocimiento por parte del comité de que la ausencia de una guerra nuclear durante casi 80 años es un hecho alentador se contrasta con su alarma ante el resurgimiento de la retórica amenazante.
El premio, como observaron personas como el director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, Henrik Urdal, reconoce la necesidad urgente de desarme, en particular en el contexto de la rápida evolución de las tecnologías militares.
El premio no es sólo un reconocimiento del sufrimiento pasado; es un llamado a la acción.
Es un recordatorio de que los testimonios y la lucha continua de los Hibakusha son esenciales para mantener una conciencia global de los horrores indescriptibles de la guerra nuclear.
Es una declaración poderosa que resuena con la visión original de Alfred Nobel para el Premio de la Paz: que las personas comprometidas pueden marcar una diferencia profunda frente a los desafíos globales.
Este premio, en un mundo que necesita urgentemente abordar las amenazas planteadas por las armas nucleares, es un testimonio del poderoso, duradero y en última instancia esperanzador mensaje de paz.