El 2 de agosto de 2024 Utah se convirtió en el primer estado de los Estados Unidos en implementar una prohibición estatal de una lista de libros en todas las escuelas públicas.
La Junta de Educación del Estado de Utah emitió un edicto que ordenaba la eliminación de 13 libros de las aulas y bibliotecas de todo el estado, citando una nueva ley que entró en vigor el 1 de julio de 2024.
Esta medida sin precedentes ha provocado una conmoción en el sistema educativo y ha encendido un feroz debate sobre la censura, la libertad de expresión y el papel de la literatura en las escuelas.
Los libros prohibidos incluyen obras de autores de renombre como Margaret Atwood, Judy Blume y Sarah J. Maas.
La lista abarca una amplia gama de géneros, desde ficción para adultos jóvenes hasta fantasía y poesía.
Algunos de los títulos que cayeron bajo el hacha son “Forever” de Judy Blume, “Oryx and Crake” de Margaret Atwood y varios libros de la popular serie “A Court of Thorns and Roses” de Sarah J. Maas.
La prohibición se deriva de una nueva ley estatal, H.B. 29, firmada por el gobernador Spencer Cox en marzo de 2024.
Esta ley exige que todas las escuelas retiren un libro si los funcionarios escolares de al menos tres distritos escolares o al menos dos distritos escolares y cinco escuelas autónomas han determinado que constituye “material objetivo sensible”.
La ley lo define como material instructivo que es pornográfico o indecente, carente de “valor serio” para los menores.
La implementación de esta ley ha sido rápida y de gran alcance.
Los distritos escolares de todo Utah tuvieron que completar cuestionarios en los que explicaban sus decisiones de categorizar los libros como “material objetivo sensible”.
Las razones proporcionadas en estos cuestionarios iban desde representaciones de “genitales humanos en un estado de estimulación o excitación sexual” hasta descripciones de “actos de masturbación humana, relaciones sexuales o sodomía”.
La reacción a esta prohibición ha sido rápida y polarizada. Margaret Atwood, cuyo libro “Oryx and Crake” está en la lista de prohibidos, respondió con su ingenio y sarcasmo característicos.
En la plataforma de redes sociales X, bromeó: “¡Vaya, soy la anciana de 84 años más peligrosa de la que hayas oído hablar! ¡Ay, ay! ¿Qué voy a hacer? ¿Golpear a Utah con mi bastón?”.
Su respuesta subraya lo absurdo que muchos ven en prohibir obras literarias que han sido aclamadas por la crítica y ampliamente leídas durante años.
PEN America, una organización sin fines de lucro dedicada a proteger la libertad de expresión, ha expresado abiertamente su oposición a la prohibición.
Kasey Meehan, directora del programa Libertad para Leer en PEN America, lo calificó como “un día oscuro para la libertad de lectura en Utah”.
Meehan expresó su preocupación por la naturaleza antidemocrática de permitir que un puñado de distritos tomen decisiones para todo el estado, lo que podría resultar en estanterías de bibliotecas menos diversas para todos los habitantes de Utah.
Las pautas de implementación de la prohibición también han generado dudas. Inicialmente, la junta había considerado incluir un texto que exigiera a las escuelas “destruir” los libros prohibidos, lo que llevó al miembro de la junta Brent Strate a hacer la escalofriante declaración: “No me importa si se tritura o se quema, hay que destruirlo de una forma u otra”.
Si bien la guía final no llega a pedir la quema de libros, aún estipula que los libros prohibidos “no pueden venderse ni distribuirse”.
Esta prohibición no ha quedado sin respuesta.
Una coalición llamada Let Utah Read, que comprende miembros de la comunidad de Utah, educadores, padres, bibliotecarios y organizaciones de defensa, ha lanzado una petición para detener las prohibiciones de libros y enmendar la H.B. 29.
Argumentan que grandes autores estadounidenses como Judy Blume, Sherman Alexie y Toni Morrison no son pornógrafos y nadie debería ser acusado penalmente por proporcionar un libro a un estudiante de secundaria.
La situación en Utah es parte de una tendencia más amplia de intentos crecientes de prohibir libros en las escuelas y bibliotecas públicas en los últimos años.
Estas prohibiciones a menudo afectan desproporcionadamente a los libros que abordan temas de raza, género y LGBTQ+.
Los críticos sostienen que estas prohibiciones limitan la exposición de los estudiantes a perspectivas diversas y a cuestiones sociales importantes.
Las implicaciones de esta prohibición se extienden más allá de la eliminación inmediata de estos 13 libros.
Existe la preocupación de que esto podría ser sólo el comienzo de una purga más amplia de literatura de las escuelas de Utah.
La ley permite que la lista se actualice, lo que podría llevar a que se prohíban más libros en el futuro.
Esta situación plantea profundas preguntas sobre el papel de la literatura en la educación, los límites del control parental sobre los programas escolares y el equilibrio entre la protección de los niños y la preservación de la libertad intelectual.
También pone de relieve la tensión entre el control local de la educación y las políticas estatales.
A medida que esta historia continúa desarrollándose, queda claro que el debate sobre las prohibiciones de libros en Utah está lejos de terminar.
Con los desafíos legales probables y la continua defensa de la libertad de expresión por parte de las organizaciones, el destino de estos libros prohibidos -y potencialmente muchos otros- sigue siendo incierto.
Lo que es seguro, sin embargo, es que esta decisión ha puesto a Utah en el foco de atención nacional, convirtiéndose en un campo de batalla en las actuales guerras culturales sobre la educación y la libertad de expresión en Estados Unidos.